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Cuento de Navidad

08 diciembre, 2024 - Flores Navarro

Un cuento de Navidad en un hogar lleno de plantas

Era la noche antes de Navidad, y en un pequeño hogar iluminado por cálidas luces, las plantas de interior estaban más vivas que nunca, a pesar del frío que hacía fuera. La familia había decidido que la naturaleza sería la protagonista de su decoración navideña.

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La Flor de Pascua, con sus intensos rojos y verdes, era la protagonista del salón, como una reina que vigila el espíritu navideño. “¿Sabías que soy la flor de la Navidad?”, le susurró a un pequeño cactus navideño que florecía tímidamente en un rincón. “Mis hojas simbolizan la estrella de Belén, y no hay hogar en esta época sin mi presencia”. Encima de la librería el Cactus Navideño sonrió con timidez. “Es cierto”, dijo, mientras sus flores en tonos rosados comenzaban a abrirse. “Pero yo también tengo mi momento en Navidad. Mis flores tardan todo el año en prepararse, y solo en esta época florezco para recordar que incluso en invierno, la naturaleza nunca deja de sorprender ni de celebrar”.

 

Mientras la Flor de Pascua y el Cactus Navideño discutían su protagonismo, el acebo, que adornaba una corona en la puerta principal, observaba la escena desde lejos. “¡Ah, pero qué sería de esta casa sin mis frutos rojos!”, exclamó orgulloso. “Traigo buena suerte y protección a quienes me eligen para sus hogares”. Sus hojas brillaban gracias al rocío que la familia había pulverizado con cuidado esa mañana.

 

Más allá del salón, en la cocina, una rama de muérdago colgaba sobre el arco de la puerta. “¡No se olviden de mí!”, interrumpió. “Soy la excusa perfecta para un beso bajo mis hojas. Esta Navidad, un año más, esparciré amor por toda la casa.” La hiedra, que serpenteaba en las estanterías y guirnaldas, respondió suavemente: “Y yo seré quien te ayudará a conectar todos los rincones de esta casa. Mi trabajo es simple, pero mi presencia da un toque mágico a cualquier espacio.”

De repente, la familia entró en el salón para admirar su trabajo. Habían añadido un pequeño abeto en miniatura, adornado con diminutas luces y cintas doradas... “No soy grande ni imponente como otros árboles”, dijo, “pero este año estoy aquí para recordarles que la esencia de la Navidad no está en el tamaño de las cosas, sino en los pequeños detalles que iluminan nuestras vidas.”

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El padre encendió una vela y colocó una maceta de amarilis en el centro de la mesa. Sus flores rojas vibrantes parecían casi brillar por sí solas. “Qué elegante te ves esta noche”, dijo el cactus navideño con una pequeña reverencia. “Eres la estrella de esta cena.” La amarilis sonrió: “No hay nada más especial que compartir la belleza de la naturaleza en una noche como esta, la noche de Navidad.”

 

Cuando el reloj marcó la medianoche, las plantas se quedaron en silencio, contemplando cómo la familia se reunía alrededor de la mesa. Rieron, brindaron y disfrutaron, rodeados de la magia que solo la naturaleza podía aportar. La casa estaba este año, llena de vida.

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Y así es como esa noche, el pequeño hogar recordó que la Navidad no se trata solo de luces y regalos, sino también raíces, hojas, flores y el poder de conectar con lo esencial: la belleza de lo simple y lo natural.

Y así, bajo el resplandor de las estrellas y el aroma de las plantas, todos celebraron la Navidad.



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